lunes, 26 de julio de 2010

Se nos fueron los años dorados.

Las películas de Pixar están hechas para niños y adultos, si un papá lleva al cine a su hijo, también disfrutara con la película. Pero una de sus producciones funciona a la inversa. Los increíbles es una película para adultos que pueden ver los niños.



La historia nos sitúa en un mundo donde los superheroes están en su edad de oro: salvan el mundo constantemente y gozan del respeto del público. A través del personaje de Mr. Increíble (una especie de Superman), nos damos cuenta de que los superheroes disfrutan con su trabajo: salvan gatos atrapados en arboles y derrotan a excéntricos súper villanos. Se conocen entre ellos y hasta se enamoran. Todo es muy simple y perfecto. La vida no puede ser mejor. Pero después de diez minutos de película todo se desmorona. Mr. Increíble rescata a un hombre que se quería suicidar, dejándolo herido durante el proceso. El civil lo demanda por frustrar su intento de suicidio. Ese es el comienzo del fin. El hecho desata una serie de demandas en contra de los súper héroes y el gobierno se ve obligado a enviarlos a un retiro forzado. Mr. Increíble y su esposa , Elasticgirl, se ven obligados a llevar una vida normal.



Mr
Increíble: de salvar al mundo a ser un amargado oficinista

El caso más deprimente es el de Elasticgirl. La película comienza con una secuencia donde esta heroina en un arranque de feminismo juvenil, increpa a las mujeres a salvar al mundo. Después de la prohibición de los súper héroes y dos embarazos, esta mujer está relegada a ser una dueña de casa másncreíble está estancado en un trabajo burocrático en una oficina. Una vez a la semana se junta con su antiguo compinche "frozono" para hacer de vigilantes de barrio. Una existencia patética, considerando que antes se paseaban por la ciudad actuando como semi dioses.

Al pensar en esto me pongo en la piel de un padre que lleva sus hijos a ver esta película. Esperando quizá ver "monitos" en la pantalla se encuentra con una analogía de lo que podía ser su vida. A los veinte años todos quieren cambiar el mundo, pero después chocan con esa gran barrera llamada realidad.